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Bellos al extremo, cada vez somos más los que evolucionamos mostrando los dientes, haciendo prevalecer algunas características humanas sobre otras. Celebramos y admiramos la ambición, nos reímos de lo imperfecto y valoramos cada vez más la falta de errores. Sufrimos al extremo, y hacemos prevalecer nuestros derechos adquiridos cada vez más, y de manera más violenta.
Finalmente pasó, siempre digo que las cosas tienen su tiempo divino, inamovible, y me atrevería a usar el la palabra sagrado.
Buscamos llegar y olvidamos que la llegada forma parte del camino, olvidando por completo al camino. Ansiosos buscamos objetivos, olvidando que el objetivo es en muchos casos la búsqueda. Y esa definición la proyectamos a todo nivel.
Somos cajas herméticas, y mostramos nuestro contenido a través de los ojos, la boca, los gestos y nuestros dichos, valoramos no exponernos y necesitamos ser muy iguales al otro, pero contradictoriamente buscamos diferenciarnos en todo.
Somos cobardes, y descansamos en el confort que nos da el dinero, y pagamos carísimo el costo de ese confort, vivimos lejos de nuestros afectos, dormimos poco, y soñamos menos, destruimos sistemáticamente el planeta, y todo el tiempo queremos vivir mejor.
Somos tan contradictorios, tan miserables que necesitamos que un político haga las cosas que nosotros no nos animamos a hacer. Como si un hombre pudiera salvar a millones, vivimos esperando al Mesías, y aún no entendemos que el cada uno somos responsables por el mundo que tenemos y en función a ello seguimos viviendo ciegos.
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