
El hombre se sentó llorando, como un niño, los mocos se caían, y le irritaban sobre el labio, los ojos rojos y un hipo producto de la congoja, la punta de su cabello húmeda por la lagrimas y el piso marcaba la lluvia de su rostro mojado.
Miró el interior de sus manos, fijo su vista y localizó las células, la veía moverse y luego, y las entendió, se concentró en los átomos que las formaban y se concentró en ellos, lloró se sintió desbordado, miró la tierra, el suelo, miró un poco más de ella vio todas las espacies vegetales, se vio desbordado, vio la frutas, las verduras, vio las criaturas de los cielos, vio los animales terrestres, el desconsuelo era demasiado, no le alcanzaban las lagrimas, para llorar por todo eso, entonces escapó a la mar, se encontró con el agua y se sintió más responsable aún, por ella y por las criaturas que la habitan, era el extremo de la tristeza, salió para caminar, llego a una ciudad llena de hombres, se sintió responsable por ellos, y pensó como esta ciudad hay millones en esta tierra, y millones de hombres y mujeres, entendió que era responsable de todo, entonces el sol le quemo la frente y la lagrimas, lo miró fijo y pensó como este sol hay millones en este sistema que he inventado, y los planetas y el viento y la lluvia y las almas y los muertos y los que van a nacer. Entonces con un infinito dolor llamo a su mejor discípulo, y le pidió que por favor destruya todo lo que inventó que él lo amaba mucho y no podía destruirlo.