jueves, 1 de noviembre de 2012
La palabra
Con el mas preciado sonido, la música trasmite esa vibración sublime que nos eleva, hasta el oculto rincón de nuestro espíritu, susurran tiernas las palabras en los oídos, y acarician la membrana misma de cada una de nuestra células nerviosas, así la palabra fue tomando poder, de manera profana y fue trasformándose en algo invisible, e increíble. Por tratarse de un bien abundante, los oídos le dejaron de prestar su debida importancia, y el tiempo y la imprenta avanzaron para lapidarla una bandeja de entrada.
Cuando el orador es quien se explaya, los escuchas lo terminan admirando, por la locuacidad de sus dichos, y al ponerle énfasis a la palabra, el público expectante, le cree. Entonces surgen las propuestas donde esas suculentas palabras mejoran las posibilidades y nuestra la realidad, es quien escucha, el que se deja abrazar por las palabras, esas dulces, esas tiernas, claras, amigables, sencillas, humildes, frases que entran en cada una de nuestras ondulaciones y auriculares; y frente a ellas nos rendimos, no solo por su contenido sino también porque son la proyección amplificado de nosotros.
En ese un punto es donde, elevado de tan suave brisa pulmonar, en momento preciso en el punto máximo de exatisis cacofónico, comienzo como a como despertarme de una pesadilla me arroja en caída libre al vacío, 9.8m/s2 que son como la velocidad de la luz, tan velozmente intento convencerme, y cuanto mas creo mas de prisa caigo, es irremediable que me estrelle de nuevo en el pavimento, tan duro, como la realidad antes vendida.
Ahora que me veo cuan sapo, tomate, o baldazo de pintura en el piso, me trato de auto convencer: “Uno es lo hace, no es lo que dice, no es lo que promete; no es lo que los otros dicen de mi, sino simplemente lo que hace o lo que hizo”
Esas palabras tan bonitas, no tiene fuerza frente a lo que realmente se hace.
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