martes, 6 de octubre de 2015

Sabemos que odiar no está socialmente aceptado

Esta civilización quedará en la historia, por su cobardía, por alta traición a la raza humana, el tiempo nos hará testigos de haber permitido que nuestra civilización la comanden asesinos. Ellos estan ahí haciendo desastres, y si los seguimos alimentando mas grandes y mas violentos serán, asi es la historia de los hombres que no pudieron hacer nada mas que ver derrumbar su civilización.

El tiempo transforma en guerra minúsculas contiendas, y frente a este  basto acto de violencia, una correcta retirada es traición y la cobardía comulga bonito, con la guerra y con la hombría.

Cuando comenzamos un guerra, los buenos son los malos, y los malos somos todos,  la guerra es la expresión propia de tocar fondo, una injustificada mesa de negociación, la guerra es codicia, miseria, hipocresía y mentira.

Este violento ejercicio puede repetirse siempre que existan aunque sea una persona.

Las guerras más demoledoras son las internas. Porque el vencido es uno mismo, y el vencedor es el tiempo.

Para guerra propia tenemos violentas torturas,  increíbles muertes, y incansables batallas. Todo esto ocurre mientras intentamos continuar nuestra vida, intentamos crecer, y demostrar lo buenos que somos incluso para matar. 

En nuestra miseria está el odio, que mientras pedimos a gritos que desaparezca, que todos los días se vaya, el se queda, se agiganta solo con observarlo. El odio pesa. Vivir resentido es triste, sobre todo duele en soledad. 

Sabemos que odiar no está socialmente aceptado y que no hay cobardía mayor que culpar nuestros propios fracasos, eso tambien es guerra.

Las guerras las hacemos los cobardes, los traidores, los que no supimos hacer otra cosa, porque preferimos eludir nuestras responsabilidades y encarar batallas, supongo que nadie vino al mundo a esto pero en fin aquí estamos, con la espada, con la pluma y la palabra.


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