jueves, 17 de marzo de 2016

Me sobra medio cigarrillo, y 90 segundos. (Se los regalo)

Entonces me tome 10 precisos minutos, diez minutos que pueden ser 10 siglos, si… entre segundos pasaban años, prendí un pucho el primero de paquete y me fui.
Entonces, aspire una bocanada de humo, lo contuve y me fui de ahí sin irme, los vi a todos en un instante entre segundos detenidos, pensando tan ciegamente en sus vida, tan corriendo, el del
auto bostezando, el del colectivo mirándole las tetas a esa pendeja que juega a esconderse, pensé que todo eso es algo que no sirve más, que no llena. El reloj seguía como siempre, pero no hacia ahora Tic tac, este reloj marcaba tic, y mientras pasaba la vida decía tac.
Entendí que el mundo ese no era mío, que por más que quiera estar ahí, que porque me retuerce por ser exitoso yo también sobraba,  como sobraban todos los que ahí estaban, sobraba el colectivero quien debía estar en su casa con sus hijos, sobraba la pendeja tetona quien debía abrazarse con su mejor amiga, sobra ahí el mirón que debía estar echándose el mejor polvo de su vida. Esa represión de martes 16:24 era innecesaria, el semáforo sobraba, sobraba el almacén y sobraba el asfalto.
Tac paso el segundo minutos de los diez, y todo lo que molestaban en un acto de real imaginación voló, y fueron borrados en mi mente, pero quedo una imagen en medio del paisaje , estaba yo, en medio de una rutina borrada escupiendo humo, con la mirada perdida, con los dedos sucios de nicotina, ese era yo tan pensante que aplastaba un poco la sensación de vació que había creado, dudaba si irme o quedarme, pensé si valía el dolor, había que seguir siendo omnipotente, útil,
mágico, salvador solo por dinero, que si mi vida era una construcción monetaria, que si mi barba era la que soñé de niño.
El tercer minuto, me recordé jugando en la casa de mi abuela, con una pelota de plástico toda dura, la subía por la escalera terracota y jugaba a hacerla picar por todos los escalones, por cada uno de los escalones, infinitas veces hasta que cumplía la complicada misión, mi vida en ese entonces era un palacio de figuritas y los cubos de blanca nieves que le robaba a Paula.
El cuarto minuto, una ráfaga de viento me llevo el humo y a la escena de la calle, pero todos las personas que veían era amigos, familiares y conocidos, eso si cada uno en su rol, el hijo de puta, hacía de hijo de puta, el bueno de bueno, el ventajero vivía de lo que robaba así tarde cuatro minutos en aceptar mi esencia de sacrificio, que lo mío no pasa por vivir de nadie, que la ropa que tengo puesta me costo la vida, y que la vida es un regalo.
Cinco minutos… ahí aparecieron los sueños, el sueño de la paz, cuando uno sabe que todo lo que lo han lastimado, ya paso, cuando uno se reconoce a si mismo, cuando el escenario desaparece
y te encontrás contigo, ahí donde ya no hay otros, y estás infinitamente solo, ahí en medio de tu mundo detenido, ahí estas vos como cuando te vas a ir, como cuando llegaste.
Seis minutos pasaron hasta entender que los contextos no existen, que son escenarios montados para
distraerte, ni siquiera se había consumido el cigarrillo, esa fuerza es mayor a todos los poderes, no hay espacio para distracciones, y es la enseñanza que todos vinimos a tener a esta tierra, la única meta que te lleva a la felicidad, es obviar los contextos, aceptar que los otros están y van estar, algunos jodiendote la vida, otros iluminándotela, en fin….
El minuto siete, me lo regale a mí, me saque los zapatos, pite hondo el cigarro, reí aceptando, fortalecido, renovado, me concentre en la ventana que tengo que arreglar, en la pieza de la niña que debo pintar, en la niña que debo educar, en mis sueños que debo cumplir, en las plantas que debo plantar, en los amigos que tengo que saludar, es cierto reía sin nada en los bolsillos, reía solo, sin abrígo en medio de San Martin y Fragata Sarmiento, atrás había quedado tanto…como un recuerdo difícil de olvidar, pero guardado, un recuerdo que nunca se debe olvidar, más tampoco nunca se debe mostrar, al fin y alcabo eran míos los sueños como los camino que tuve sortear para cumplirlos.
El mayor peso lo tenía en el pasado, el máximo esfuerzo ya lo había hecho, me quedaban dos minutos y medio cigarrillo, ya esta todo dicho conversado y claro, ya está todo el futuro ordenado, tengo hambre y poco en el bolsillo, lo suficiente para ser feliz.


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